A veces la vida va de cumplir sueños por muy tontos o muy fáciles de conseguir que puedan parecer. El valor es el que uno le dé. El que los demás vean en él, de poco o nada vale.
A veces va de eso solamente. De recordar la importancia que tenían esos sueños en aquel tiempo en que simplemente, al pensarlo ,te alcanzaba la idea inmediata de que no sería posible.
A veces hay que acordarse de lo que costaba todo y lo que cuesta. De cuando te atreviste tímidamente a desear que algún día sucedieran ciertas cosas. De cómo sería lograr esos pequeños grandes triunfos.
A veces aunque la tierra se mueva bajo los pies y seamos mas conscientes que nunca de la incertidumbre que nos rodea. De la liquidez de la vida inmediata y sabiendo, porque lo sabemos, que la que queda lo será aún más. Debemos hacer lo pequeño, grande.
Oportunidades quizá banales o insignificantes, disfrutarlas con rotundidad.
Dar gracias por lo que tenemos. Por todo lo bueno que nos sucede.
No perder el piso y saber el privilegio de vida que gozamos. La volatilidad. La fragilidad. La oportunidad única que es hacer este viaje. Aunque algunas etapas se pongan cuesta arriba. Aprovechar las bajadas. Inclinarse vertiginosamente a trazar las curvas y mecerse en las etapas llanas.
Hoy la pandemia me llevó a la vacuna y ésta, a un país que me ha dado mucha felicidad. En él apareciste tú, Por dos veces. Mustang. Viniste a recordarme lo feliz que me hace viajar. El ronroneo y más, de un motor. El valor de compartir el tiempo y la oportunidad con un ser querido.
Y devolverme las ganas de soñar.
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